Los Barruecos es un paraje natural declarado monumento natural por la Junta de Extremadura en 1996 debido a la importancia de la geología, la fauna y la flora de la zona, así como de los restos arqueológicos que atestiguan una continuada presencia humana en la región. 

 

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Este reconocimiento oficial se debió en gran medida a la repercusión mediática que generó el proyecto del Museo Vostell Malpartida, que fue promovido y ubicado en esos terrenos por el artista alemán afincado en Extremadura Wolf Vostell, una de las figuras más destacadas del movimiento Fluxus, movimiento que tuvo su auge entre la década de los sesenta y los setenta del siglo XX y que perdura en la actualidad. Pero Fluxus no es tan solo un movimiento artístico, es antes que todo un estado del espíritu, un modo de vida impregnado de una soberbia libertad de pensar, de expresar y de elegir.

Otros de los artistas importantes que lo desarrollaron fueron acurieph Beuys, Alan Kaprow, John Cage o Yoko Ono. Vostell quiso crear aquí este museo como expresión del arte de vanguardia, único en su género, un lugar de encuentro del arte, la vida y la naturaleza. La sede principal del Museo Vostell Malpartida se alza en las antiguas dependencias del Lavadero de Lanas de Los Barruecos.

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En las Peñas del Tesoro anida la mayor colonia de cigüeña blanca sobre roca, gracias a lo que Malpartida de Cáceres fue nombrada pueblo europeo de las cigüeñas en 1997 por el Fondo Patrimonio Natural Europeo. También allí se localiza un importante yacimiento prehistórico que abarca varias de las etapas de la Prehistoria de Extremadura: pinturas y grabados rupestres, dos cabritas de bronce, un poblado calcolítico y enterramientos excavados en roca (similares a los de Trevejo).

Nosotros fuimos a Barruecos en busca de piedras curiosas, pero os garantizamos que lo que allí contemplamos superó con creces nuestras expectativas. No hay imagen que refleje, ni palabra que describa justamente la majestuosidad de aquel paisaje. 

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Esparcidos en plena penillanura cacereña, donde apenas hay árboles y junto a hermosas charcas repletas de vida, se elevan unos bolos graníticos del tamaño de edificios y extrañas formas que inspiran enorme respeto y fascinación, que te recuerdan una vez más cuál es tu lugar dentro de la Creación, que te invitan a preguntarte cómo es posible que algo así exista en su perfecta forma y posición sin intervención humana alguna. Humildad es lo que te ayudan a sentir estas rocas, gratitud por el privilegio de vivir en nuestro planeta y un ancestral impulso de rendirles homenaje que te lleva a entender un poco mejor por qué en otros tiempos se consideraron dioses a fenómenos naturales como estos. En el paseo nos acompañó el sonido de las aves y un profundo silencio…